domingo, 12 de febrero de 2012

LA CAMELIA Y EL MONJE. HAIBUN


LA CAMELIA Y EL MONJE


Poco a poco ha ido llegando la nieve… al principio los copos venían suspendidos en las ráfagas de viento del Nordeste, iluminados por el sol del amanecer, pero ahora, las nubes preñadas de ella, han cubierto el cielo y está cuajando ¡Tan fría está la tierra!
El viento brama en las copas despobladas de los álamos con una furia que sobrecoge, y caminando bajo ellos, no dejas de mirar a tu alrededor calculando el camino de huída por si uno de esos colosos se desploma doblegado por su fuerza.
Qué afortunada me siento al tener un cobijo donde guarecerme. Pienso en la gente que, aún hoy en día sucumbe al frío. Parece increíble que esto pueda ocurrir en una civilización como la nuestra, tan supuestamente preparada, tan al margen, en apariencia, de lo que ocurre en la Naturaleza, a la que prepotente, reta constantemente en un intento de demostrar que le es ajena.
La camelia que hay bajo el almendro, ha sufrido con el frío. Sus hojas y los capullos que estaban comenzando a dejar ver su hermoso color, se han vuelto parduzcos. Espero que no muera.
Las camelias me evocan a los monjes mendicantes de Japón. Las vi creciendo por los bosques cuando estuvimos allí, hace ya tres primaveras. ¡Qué frío pasamos!
Imagino a Santôka, tan frágil como las camelias, sin apenas abrigo ni calzado, con una kasa como paraguas y con algo de sake para calentar el alma y apaciguar los monstruos del pasado que en ella habitan… Ese frío y esa hambruna que sufre en su peregrinaje por los caminos de Kyûsu, cubiertos de nieve. El frío de la muerte, del desamor, del que se siente abandonado. Ese helor indescriptible que le cubría por dentro y por fuera y que le hizo trascender lo humano para formar parte indisoluble del paisaje testigo de su poesía. En su huída, en apariencia inútil, halló la comunión con algo más grande y tuvo la intuición, la clarividencia, de dejarlo escrito como un humilde regalo para la posteridad.


Cha no ki ni kakomare
sokohakatonai kurashi

Rodeado por arbustos de té
llevando una existencia anónima.



Taneda Santôka

Haiku extraído del libro El Monje Desnudo Ed. Miraguano

4 comentarios:

Genaroog dijo...

Hola, Mercedes, Merceditas.
No me resisto a comentar tu entrada, y eso que normalmente soy de los que se sientan en la última fila y se limitan a escuchar, a aprender, --a aprehender--, y a absorberlo todo igual que una esponja. Pero Santoka me puede, Santoka me gana.
La primera vez que leí algo suyo creo que fue en francés, traduciendo un libro comprado en Casa Asia de París, muy cerquita de la torre Eiffel. En seguida me llamaron la atención sus haiku de unas proporciones poco comunes. Los había de dos versos, --muchísimos-- y los que contaban con tres, también tenían unas medidas poco ortodoxas. Muchos dirían: esto no es haiku. De hecho muchos aún lo dicen. El caso es que fui traduciendo como pude aquel ejemplar y fui adentrándome poco a poco en el universo de Taneda Shoichi, Santoka. Luego vinieron las traducciones de Vicente Haya y sus comentarios en su blog "El alma del haiku", verdadera aula para muchos de nosotros.
No voy a descubrir nada nuevo sobre el monje mendicante, alcohólico y solitario. Sólo me gustaría dejar aquí constancia de su obra, que tanto me impresiona y que tanto admiro. Hoy es fácil acceder a sus escritos: en la red de internet existe mucha información y ejemplos de su legado, de ese regalo del que tú hablas. Por eso yo siempre lo recomiendo, a los iniciados en el tema y a los que no saben nada de haiku. A los primeros porque Santoka es un rompedor de normas. Se salta los obstáculos del idioma y de la tradición para expresar exclusivamente lo que quiere como quiere. Amplia la perspectiva y ensancha el alma. Nos hace crecer. A los segundos, porque la sencillez de sus composiciones llegan perfectamente a todo el que se acerca a leerlo, pues carece del artificio que caracteriza a la mala poesía. En Santoka todo es verdad. Sus haiku son su paisaje: el que habitó en sus andanzas y el interior, el que le tocó vivir y padecer hasta la extenuación...

ADMINISTRADOR dijo...

Gracias Genaro... es que Santôka nos toca el alma. Me encanta lo que dices. En Santôka, todo es verdad. Sus haiku son su paisaje... y poco importa lo que digan algunos, poniendo en duda los haiku de este haijin tan solo porque la forma es libre, como él. El haiku, no es forma, es existencia, es conmoción, es comunión. A Santôka, le toco ser el rompedor de las normas para hacernos compreder de qué va esto del haiku.

Un abrazo y gracias por estirarte Genaro Genarito jejejejeje.

J.L. Vicent dijo...

Personalmente no puedo sino adherirme a esa vuestra admiración por el bueno de Santôka; pero prefiero no olvidar algo esencial, para mí al menos, que dijo Haya en uno de sus prólogos:


"¿Cuando y bajo qué condiciones de conocimiento del haiku se le permite a un poeta prescindir del metro? La contestación tiene que ver con la autorrealización dentro de nuestros límites. Los límites que nos limitan nos posibilitan. somos posibles gracias a nuestros límites. No debe pensar que ha hecho un haiku todo el que escriba algo parecido a:

Heso ga
ase tamete iru

El ombligo
ha recogido el sudor""



Saludos,

JL

ADMINISTRADOR dijo...

Así es JL... encontrar en la autenticidad, la mesura... jejejeje. Creo que Santôka es una excepción magnífica.

Gracias por compartir tu siempre bienvenida opinión.

Un saludo, Mercedes.