lunes, 29 de diciembre de 2014

"LA SAL DE LA TIERRA" LA MIRADA DE UN HOMBRE: SEBASTIAO SALGADO






LA SAL DE LA TIERRA


No ha sido fácil ver esta película. No. Me ha resultado imposible permanecer serena ante la potencia de las imágenes, la expresión estética en blanco y negro de las miserias humanas. Fascinada por la belleza de luz que atrapa en la oscuridad, de la composición de sus fotografías, me vi mirando por los ojos de Sebastiao Salgado. Ojos bellos y valientes que se atreven a mirar a un mundo que casi nadie quiere ver porque duele demasiado y porque hace cuestionarnos sobre qué especie de injusticia divina consiente que nuestro modo de vida sea un subproducto anti natura nacido del más horrible sufrimiento de otros seres humanos.

No es cómodo. No. Sujetar los reproches fáciles a su trabajo que brotan para justificar mi status, para poder seguir con un día a día que con su inercia arrastra por un enorme río de dolor a millones de seres en otras partes del planeta. Casi que mejor no saber que existen. No mirarles a los ojos. No identificarme con esas madres que dan a luz niños abocados al infierno  en el que  han convertido sus vidas. Ni karma ni destino que lo justifique. No, ahora ya no.

No es posible volver indemne a la vida después de haber sido notario del horror que provoca el ser humano en su desalmada ferocidad, su violencia. No. Esto pensaba mientras sujetaba lágrimas de rabia, de compasión, de impotencia. Las suyas, las mías. Yo hubiera abandonado. Me habría dejado morir emponzoñada por la parte más oscura y feroz del hombre.

¿Por qué? o mejor ¿para qué? Con lo fácil que hubiera sido cerrar los ojos al sufrimiento. Fácil para los que se resisten a admitir que somos responsables, tan responsables como el que aprieta un gatillo o saca su machete.  Difícil para el corazón que siente, para el hombre compasivo que cree que las cosas pueden y deben ser de otra manera. Simplemente por justicia humana Sebastiao Salgado hace visibles a los fantasmas que la sociedad privilegiada ha encerrado en la mazmorra del olvido y la indignidad. Te los pone delante. Les hace presentes, les mira sabiendo de su dignidad en la miseria porque les conoce, sabe quiénes son, vive con ellos. No se limita a tirar un montón de fotografías para luego marchar. Esta implicación personal, tiene su precio. De ida y vuelta.

Pero hay luz, sí. Aunque no lo creas, en el fondo tú lo sabes, no en vano la has visto… Las cosas se pueden cambiar. Lelia ha sido su luz, su mujer en la luz. “Vuelve a la tierra. Planta semillas. Regenera la vida donde ahora hay un desierto. La memoria de la tierra, la sal de la tierra responde a los mínimos gestos de conexión con ella. La tierra que se cuida, que se ama, se respeta, es agradecida. Tú la cuidas y ella te cuida” Es posible sanar si hay voluntad. Ambos lo han demostrado con su proyecto Instituto Terra. Donde antes había pasto y tierra erosionada ahora hay foresta. Se puede, claro que se puede. Agradezco este respiro de esperanza. El olor a bosque, el color de las hojas, el sonido de los pájaros y los arroyos han vuelto para no marcharse. Ojalá sean el bálsamo que alivie las heridas que lo visto y vivido han dejado en su alma, en la mía.

Gracias -^- 

Mercedes





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